Reflexiones sobre la pedofilia

Cuando escucho la palabra “pedofilia” me saltan las alarmas. Creo que lo mismo os ocurrirá a vosotras/os, y es que el tema se las trae. Indigerible, infumable, incomprensible… ¿Cómo puede ser que haya adultos que se aprovechen sexualmente de críos y crías?

Existen razones que expliquen este fenómeno, pero a pesar de poder llegar a entender y racionalizar los porqués, de llegar a conocer las etiologías posibles de esta desviación, es imposible eliminar el crujir de tripas cuando los noticieros abordan algún nuevo caso. Y es que duele saber que una niña o un niño ha sido abusado, ensuciado, arrebatado, desgarrado…

Las estadísticas dicen que somos los hombres quienes más incidimos en este desbarre, y en un porcentaje más que considerable, los padres o adultos cercanos. Tiene su lógica.

Pudiéramos hablar de amor enfermo por lo virgen y lo inocente, un amor que lejos de dar, busca poseer arrebatado por una lujuria febril, la propia parte niña que jamás quedó colmada. Un amor que no es caricia, sino apretón. Que nos es abrazo, sino opresión. Que nos es beso, sino bexo. Que no es un te quiero, sino te quiero utilizar…

Los padres autores, tanto los biológicos, como eclesiásticos requieren de una buena cura…de salud. Ambos utilizan el poder para imponer o seducir…y mancillar. Ambos están reprimidos y hacen aguas en la parte de su sexo que manda en su corazón.

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